sábado, 27 de septiembre de 2014

ENKI Y LA ISLA DE DILMUN (Antigua Mesopotamia)




La capacidad de Enki para alimentar a los animales y las plantas, con el agua dulce dadora de vida (asociada, por otro lado a su semen) era un don que lo convertía en un eficaz aliado tanto para los otros dioses, como para los humanos. Su virilidad es el objeto de un relato que sucede en la isla de Dilmun (actual Bahrein). A continuación sera narrado dicho relato.
Gravado del dios Enki.



En una ocasión, Enki se encontraba durmiendo con la diosa   protectora de Dilmun, dicha isla carecía de casi todo, tanto de gente como de animales e incluso de agua dulce. Ante tal situación, enki ideó un plan y pidió a Utu, el dios del sol, que imprimiera sus huellas en el suelo de manera, que pudiera llenarlas con agua dulce, y transportar ésta por debajo de la tierra desde Ur. Después de esto Dilmun se convirtió en un gran centro de comercio por el cual pasaron gran cantidad de piedras preciosas, maderas exóticas y gongos de cobre.

Tras una serie de incestuosas relaciones, Enki engendró a muchos dioses y diosas. En una primera fase de esta etapa reproductora, suplicó a la diosa Ninhursaga que le dejara acostarse con ella, petición que esta aceptó, y permitió que el dios la dejase embarazada con su semen. A los nueve días, nació la diosa Ninsar.
Inanna
Gravado de la diosa Ninhursaga.
Con el paso del tiempo, Ninsar fue creciendo y, tal como su madre había hecho, se dirigió a la orilla del río, donde se encontraba Enki. El dios al ver a la hermosa joven la dejó embarazada, a los nueve días nació una diosa llamada Ninkurra, la señora de las montañas. De igual modo cuando esta alcanzó la edad de engendrar, Enki dejó embarazada a Ninkurra, que dio a luz a Ninimma, la señora de la vulva, que también mantuvo relaciones con Enki. De Ninimma salió Uttu, una joven más hermosa que las de generaciones precedentes. Su abuela Ninhursaga, no obstante, la previno para que no cediera a las peticiones de Enki a no ser que éste le entregara los frutos de los campos irrigados con su agua. Cuando Uttu hizo lo que le había pedido su abuela, Enki se dirigió a un campesino, cuyos campos habían sucumbido a una sequía y construyó para el numerosas acequias. El campesino, en agradecimiento, le entregó los frutos que quiso. Cuando Enki se presentó ante Uttu con los obsequios, la joven accedió a hacer el amor, pero mientras el dios liberaba el semen, Uttu profirió un grito, que al parecer llegó a oidos de Ninhursaga, la cual pidió ayuda a su bisabuela. Esta retiró de inmediato el semen y lo plantó en un campo cercano. 

Esta vez en vez de engendrar a otros dioses, engendró ocho clases diferentes de plantas. Sin saber de que se trataba de sus propias criaturas, y mordido por la curiosidad, Enki mando a su ayudande Isimu, cosechar aquellas plantas, para determinar su naturaleza. Isimu cumplió lo que Enki le había ordenado, y le entregó las plantas a su señor, quien decidió comérselas.
Al poco tiempo, Enki cayó enfermo y, por razones que no quedan claras, Ninhursa juró que jamás volvería a hacer nada que tuviese que ver con él.

Los otros dioses se sentaron desesperados en el polvo, hasta que un astuto zorro disfrazado para la ocasión, consiguió disuadir a la diosa para que volviera e hiciese el amor con el dios. Al hacerlo curó a éste, cuya enfermedad se había extendido por diferentes partes de su cuerpo, y le dio como descendencia ocho divinidades cuyos nombres se correspondían con cada una de las partes de su cuerpo afectadas. Entre ellas se encontraban precisamente los señores de Dilmun y Magan ( en la actualidad, Omán).

De este modo, se ponía fin al horror de los incesantes episodios incestuosos y a la consiguiente amenaza que representaba el frenesí de la pasión amorosa de Enki, quien en última instancia se salvó de su enfermedad, gracias a la ayuda de su madre, Ninhursaga, a través de la cual nacieron también ocho divinidades beneficiosas para la humanidad.

Espero que os haya gustado esta leyenda de la Antigua Mesopotamia.

Un saludo: Diego Fernández Núñez.




sábado, 20 de septiembre de 2014

EL ORDEN A PARTIR DEL CAOS (Antiguo Egipto)

La primera de las entradas de este blog corresponderá al Antiguo Egipto, que junto a Mesopotamia, Grecia y Roma formaron parte de la cuna de nuestra civilización.

EL ORDEN A PARTIR DEL CAOS


EGYPT PTAH Banner
Estatua de Ptah, a quien 
los habitantes de Menfis
veneraban como el creador
del mundo
La concepción que tenían los antiguos egipcios del universo se limitaba a los lugares hasta donde alcanzaba su vista. Según los textos antiguos, las aguas del caos envolvían el mundo, que a su vez constaba de tres partes diferentes: la tierra, el cielo y el mas allá, o duat, que el Sol recorría durante la noche, de ahí que no pudiera verse. Esta peculiar visión planteaba un interrogante crucial: ¿cómo se originó la vida en el principio de los tiempos?

A la hora de interpretar el misterio de la creación, en concreto a las crecidas anuales del Nilo y a los sedimentos aluviales que éstas dejaban tras de sí, y que formaban una tierra negra rica en nutrientes que permitía que prosperaran los campos. Este fenómeno condujo a los egipcios a concebir la creación del mundo de un modo semejante, es decir como una especie de montículo que había emergido de entre las vastas aguas primigenias con energía creadora suficiente como para constituirse en fuente de toda forma de vida.

Ese montículo primigenio ocupaba un lugar central en la cosmogonía de los antiguos egipcios y su existencia siempre se dio por sentada en la forma del dios Tatjenen cuyo nombre significa precisamente "tierra emergida". Ahora bien, los orígenes del mismo ya no eran tan claros: ¿dónde había emergido por primera vez? Todos los centros religiosos de relevancia se atribuían para si dicho honor, y los teólogos pasaban gran parte del tiempo discutiendo sobre cuál había sido la primera divinidad.

De hecho, los mitos de la creación varían de un lugar a otro. De esta forma encontramos:

Heliópolis (bajo Egipto): En esta zona se veneraba a una familia de nueve divinidades de primera generación, la Enéada (grupo de nueve), que es como la denominaron los griegos posteriormente. El primer dios que cobró forma a partir del montículo primigenio fue Atum, el señor de Heliópolis, "aquel que vino a la vida por si mismo",el cual no tardo en crear otros dioses. Según los Textos de las pirámides, "tomó su pene con la mano y eyaculó a través del mismo para crear a los gemelos Shu (el Aire) y Tefnur (la Humedad), aunque en otras fuentes se dice que " creo a Shu de un estornudo y a Tefnur de un escupitajo". Una vez creada la atmósfera de la unión de Shu y Tefnur, surgieron Geb (la Tierra) y Nut (el Cielo), que a su vez engendraron a cuatro hijos: Osiris y Set, los dioses antagónicos del orden y el caos y sus consortes Isis y Neftis, quienes prosiguieron con el ciclo creador.

Menfis: En esta zona se consideraba como dios creador a Ptah. El acto creador de Ptah era más contemplativo que físico. Su acto creador fue el resultado de un esfuerzo intelectual, ya que dio forma a las cosas a partir de las ideas que manaban de su corazón y les dio nombre a partir de las palabras que fluían de su boca (para los antiguos egipcios, el corazón era el lugar donde residía el intelecto y, por tanto, era la fuente de todo pensamiento, que la lengua hacía real al pronunciarlo) Es así cómo Ptah creó a los dioses, así como las ciudades, los templos, los santuarios y los nomos (provincias) de Egipto, a partir de una retahíla de palabras.

De la misma manera Ptah formaba parte de una tríada de dioses a la que también formaban parte su consorte Sejmet, la diosa con cabeza de león, y Nefertem, el dios del loto al que se consideraba como hijo de Ptah. 

El mito menfita de la creación no representaba ninguna negación del mito creador de Atum, ni de sus actos creadores en el montículo primigenio, sino que propugna la coexistencia de ambas divinidades.

Hermópolis (sur de Egipto central): En esta población la mitología local, explicaba tanto lo que había ocurrido antes de montículo primigenio, como lo acaecido con posterioridad. La Ogdóada "o grupo de los ocho" se componía de las cuatro parejas de divinidades masculinas y femeninas que habitaron las aguas primigenias antes de que existiera el mundo. Las divinidades masculinas tomaron la forma de una rana, mientras que las femeninas la de una serpiente, si bien en ocasiones tambien se las representa en forma de babuinos.

Tanto unos como otros se hallaban emparejados entre sí y representaban cuatro aspectos del universo anterior a la creación del mundo. Así Nun y su consorte Naunet personificaban el informe océano primigenio, Huh y Hauhet simbolizaban el infinito, Kek y Kauket encarnaban la oscuridad, y Amón y Amaunet representaban la encarnación dual del poder oculto. Todos ellos simbolizaban todo aquello que no se veía ni tocaba, por lo que de algún modo eran las antítesis de la vida.

En un principio la Ogdóada se hallaba dividida en dos grupos de divinidades masculinas y femeninas, pero pero en un momento dado de la historia, los sexos se acabaron confundiendo.

Los mitos egipcios de la creación no tratan únicamente temas como la vida y la procreación, sino que también hacen referencia a las fuerzas de la oscuridad.

Apofis y las fuerzas de la oscuridad.

La serpiente, encarnada en Egipto por el dios Apofis, bajo la forma de un terrible ejemplar, representa el origen del mal y de todas aquellas fuerzas elementales que provocan temor, de ahí que a menudo se la represente como enemigo de Ra en las paredes de muchas tumbas y papiros funerarios.


Espero que os haya gustado esta leyenda egipcia.

Un saludo: Diego Fernández Núñez.